Es terrible. Somos autómatas, insconcientes. Quizá la mayor parte del tiempo no somos poliédricos, sino lineales. Vivimos de las obligaciones, sucumbimos a ella en vez de trabajar de mutuo acuerdo. Somos convexos: la concavidad se perdió en la rutina, embalsamada.
Buscamos el objetivo, no la finalidad. Andamos por la meta sin desplazamiento alguno ni conciencia del esfuerzo que hará exquisito el desenlace.
Para muchos, el momento más deseado del beso es el instante previo al mismo, la recreación de cómo y por qué sucederá. No vemos el problema, queremos la solución, preferimos usar mecanismos sin que importe el funcionamiento.
¡Cuán ignorantes! Es una pena. Caminando sin observar lo que pisamos, actuando sin intuición ni razón.
Es un momento en que el cerebro pertenece a la sociedad, no al individuo. Lo políticamente correcto sigue incólume en las entrañas. Es una pena.
miércoles, 21 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
jueves, 15 de abril de 2010
Proyecto de arquitecto
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